sábado, 5 de marzo de 2011

El tabasqueño impasible


Debe haber sido hace unos seis o siete años, no lo recuerdo bien. Había quedado de verme con mi amigo Fedro Carlos Guillén en el Sanborns de Plaza Loreto y llegué un poco antes de las nueve de la mañana, en compañía de Rosa, mi ex mujer. En eso, en la mesa de al lado se sentó un personaje a quien yo había visto en fotos y en algunos noticiarios de la tele. Arribó solo, vestido sencillamente y con discreta actitud. Sin embargo, miraba su reloj con insistencia. Era claro que esperaba a alguien. “¿Ya viste quién es?”, le dije a mi ex. “Sí, López Obrador”. No tengo muy claro si ya en ese tiempo era presidente del PRD, pero Andrés Manuel no llamaba la atención de la gente y al poco rato recibió a la persona que aguardaba y desayunaron tan campantes como cualquier parroquiano. Nunca imaginé en ese momento que, con el transcurrir de unos cuantos años, aquel hombre tranquilo e impasible iba a convertirse en ave de todas las tempestades.
La noche del pasado miércoles, vi la entrevista que Adela Micha le hizo al jefe de gobierno del Distrito Federal. Todo un duelo entre periodista y funcionario. López Obrador sigue manteniendo esa apariencia discreta que le vi aquella mañana de 1997 o 1998, pero hay algo en él que lo desmiente. No sé si es esa sonrisilla irónica (“¿Por qué se ríe?”, le preguntó en algún momento Micha) o la manera como evade algunas preguntas o esa mirada retadora que de repente aparece en sus ojos. El caso es que la personalidad del amo de las encuestas me intriga y no sé si sentir confianza o desconfianza de él.
Alguien que suscita tal división de opiniones me causa desconcierto. Suena trilladísimo, pero a AMLO se le ama o se le odia, se le acepta sin reservas o se le rechaza sin contemplaciones. Despierta ilusiones o despierta miedo. Se rodea de gente respetable, pero también de personajes siniestros e indeseables. El periódico de la izquierda progre lo idoliza y el diario más oficialista lo ataca tiro por viaje. Para unos es Pedro Infante y para otros es Wolf Ruvinskis. Para unos es como las Chivas y para otros como el América.
¿Cómo nos iría con Andrés Manuel López Obrador en la presidencia de la república? ¿Mejor que con Ernesto Zedillo, peor que con Vicente Fox? ¿Sería como Ricardo Lagos o resultaría un nuevo Hugo Chavez, a quien por cierto también le encanta el beisbol? ¿Vale la pena correr el riesgo? Pues si lo vale o no depende en estos momentos de los poderes legislativo y judicial, aunque el propio AMLO insista en que la decisión sobre su desafuero se encuentra más bien en manos del ejecutivo.
Yo lo único que tengo claro es que nos esperan meses llenos de emociones fuertes y alocado rocanrol. Let’s go!

(Publicado en Milenio Diario el sábado 23 de octubre de 2004)

No hay comentarios:

Publicar un comentario